Quemar cajeros, duelo de monstruos, colarse en una boda y bailar techno
Minas de azabache descreído, en una noria de sensaciones punzantes hacía la apatía autárquica. Espetar con esputos. Espeteros que esperan a un mal en calma, arrojadas a una trinchera de pánico gris.
Frío, críos baldíos y muertos aún menos sombríos que la embriaguez de espíritu concebido para soñar pensando en dejar de pensar en ti. Atravesarte con un sticker, fresarte con un: “Volvemos”. Ilusionarte con un congelador de razones para quedarte aquí.
Ridículo como un científico en rumspringa o tu voz entonando un “lo siento”. Madrugadas ególatras y audacias de caras pálidas, que acentúan el borde entre lo tácito, lo legal y lo consentido.
Una cacofonía tenue, un temor con sabor a trauma y olor a piel erizada. Hiel, o alguna fragancia dulzona que acaba por empalagar en una asfixia de inquietud visceral existencial. Metafísica. Volver hacia todos lados, éxtasis en los baños de una sacristía, con olor a vino recién pintado. Ensartado a medio camino entre el movimiento metódico sin compás y convulsionar de emoción.
Un gato lamiendo los escombros acristalados de un plato mechado. La mecha de una cocainómana, destilada en la actitud de una fumada. Como la paella que se hace fuera de Valencia, follar con cosas. Te bancan pero no te quieren. Emulando a la estabilidad, lo mismo que Barrio Sésamo a dos pistolas.
Una yonki de exhalar en apnea.
Eso a lo que te acostumbras y te acosa en la agresión aliterada del silencio, cuando todos miran hacia otro lado de la pared ensimismados, cuando los focos se apagan pero aún están calientes.Cuando, si lo tocas, ardes.
Una nota nueva en el pentagrama entre el Sib y el La#. No es nuevo, es poliédrico; como un dolor de cabeza dentro de un cuadro expresionista. Como la necesidad de rasgar las paredes para tirarlas abajo sin pausas, ni ansiedad por la espera. Una certeza de precisión y curiosidad gustosa por lo imprevisible.
Porque aún en la incertidumbre es inquieta e inequívocamente estimulante. Es amor si es burdo. Yo me encamo con la pasión y le entrego fe constituyente a su olor en la almohada. Maremoto de incontinencia. Grupo tributo a “Bares de viejos: The Crew“ transmutado en socias del bastardeo por correo.
Quemar cajeros, duelo de monstruos, colarse en una boda y bailar techno.
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Imagen de portada: Jack Shingai