Cómo perder el tiempo al buscar trabajo en Comunicación
Existe una premisa, demasiado extendida en la práctica, consistente en que el tiempo de un “parado” al buscar trabajo no vale nada. Puede que no se reconozca de primeras, que hasta se niegue de forma categórica. Pero, a la hora de la verdad, es una tendencia que cualquiera puede atestiguar.
Yo me dedico a la comunicación. Para mí es una forma de vida, de sentirla y pensarla, incluso. Me apasiona levantarme por las mañanas sabiendo que voy a trabajar en un proyecto nuevo, o avanzar en otro… Esa oportunidad de infundir tu rúbrica, de optimizar las tuercas al máximo, de aunar creatividad con rigor. Soy feliz trabajando.
Ahora, no me mees diciendo que llueve, ni tampoco me intentes vender la moto. Porque para que algo funcione deben darse dos elementos inherentes: la honestidad, junto la confianza por ende. Sin ellas, es como conocer a alguien maravilloso que de repente suelta un comentario homófobo, se va la relación directa al traste.
Ahí radica el problema del mercado laboral actual en una cuantía preocupante de casos. En donde el humo ha enquistado, haciendo perder abundante tiempo al buscar trabajo.
Los místicos mentecatos
Por ejemplo, con ofertas laborales que huelen a estafa, en las que tras conocer las condiciones, que por supuesto no aparecían descritas desde un principio, alegas amablemente que no te interesa; que no quieres hacer perder el tiempo a ninguna de las partes. Es entonces cuando parece raro que una persona “parada” (a la que le “sobra” el tiempo) no quiera dedicarlo en saber sobre la empresa piramidal, su funcionamiento, o por qué es tan molona (spoiler: nunca lo es) cuando de entrada rechaza el puesto.
No, señores, el tiempo tiene valor porque es lo único que no se puede recuperar. Ni todo el oro del mundo compra un segundo, los cementerios están llenos de esqueletos opulentos.
Claro que a veces se invierte y las cosas se caen. En la profesión es normal que los proyectos no lleguen a puerto. Por imprevistos de financiación, filosofías, una pandemia mundial o vaya usted a saber… No es el hecho de emplear tiempo, de luchar por algo que al final no sale como se esperaba, el quid. Es el mirar a los ojos a alguien e intentar engañarlo. El comenzar las relaciones con unas condiciones maliciosas. “Te he pillado, cabrón. Encima no sigas con la murga”.
Las pseudociencias, la doctrina barata del “coaching”, la del pensamiento mágico estúpido de: “si quieres, puedes” no han hecho más que exacerbar la situación normalizándola. Abundan las grandes oportunidades en donde el emprendimiento es fácil. Cuando no, categórico. Las cosas bien hechas cuestan, lo ecléctico no es sencillo. Conlleva un estudio, un saber hacer.
Este tipo de consideraciones son insultantes. La gente se forma, pasa años aprendiendo, forjando una técnica depurada, como para que se venga un caricato con ínfulas de gurú a menoscabar la profesión con sandeces. Tío: “Haber estudiado”.
Los padres de la ruina
En el otro lado del ring están los ingenieros fiscales. A la hora de buscar trabajo en comunicación suelen ser los que abundan. Aquellos que coleccionan becarios, explotados, hermetismo y desregulación por doquier.
Parece una realidad asumida que para conseguir un empleo se debe pasar por un aro de años de precariedad. En los que se trabaja con la misma exigencia y horas que un asalariado normal, cobrando la cuarta parte de un sueldo mínimo con suerte. Por supuesto, sin aprender demasiado.
El argumento habitual es que las empresas no se pueden permitir contratar personal. Claro que, si la única manera de hacer rentable un negocio pasa por el esclavismo, quizás habría que poner en entredicho la propia viabilidad de la organización.
Mi generación es quizás la que mayores ganas tiene de trabajar de la historia moderna. Ahora, sin que estar explotada se convierta en un privilegio. El problema de buscar trabajo en este caso es que haberlo hay, aunque, a qué precio. Si ni siquiera sirve para subsistir ¿De qué vale?
También asalta dudas sobre el tipo de personal y resultados productivos genera un sistema así. Por una alícuota de salario digno un currito no se aplica igual que cuando se le trata con respeto, con consideración.
“Pepito Piscinas”: en mi casa no me hacen caso
De forma complementaría, porque es un “plus” que se puede dar de forma transversal, están los que para el puesto exigen un formulario mecánico, 2 pruebas escritas, 3 entrevistas chorras, dinámicas de grupos y el vellocino de oro.
El puesto ofertado quizás ni exista, porque se repite cada mes la misma oferta, buscando captar seguidores o acrecentar la base de datos. Lo único que consigue es hacer perder tiempo y ganas de buscar trabajo de verdad.
Suelen ser el arquetipo de: “¿Por qué quieres trabajar en esta empresa?”. Una cuestión interesante cuando eres Google, realizas una acción corporativa loable, o tu marca es sinónimo de prestigio por lo que sea. No tanto cuando se trata de una compañía anodina. Que ni manda cohetes a la luna, ni está revolucionando la comunicación, de la que tampoco se les espera grandes filosofías o gestas.
Si una entidad no es capaz de suplir una vacante en un tipo prudencial, necesitando tantas pruebas, con la cantidad de información que genera per sé el mundo hiperconectado de internet (porfolios, redes profesionales, datos personales…), algo serio está fallando.
Coherencia, cohesión y adecuación
Las bases del lenguaje, lección de primero de ESO que parece que no han calado hasta comprenderse. Lo de performar se ha ido de las manos. Vale que se sueñe, con los pies en el suelo. De acuerdo con que hay que tirar del carro en tiempo de circunstancias arduas, siendo recíproco. Recabar información es necesario, sin ruido.
Cuando las cosas se quieren hacer bien se nota. Ya que, si bien se pueden cometer errores, el espíritu nunca rechina. La clave es que todo vaya en el mismo sentido sano y transparente. Existe una cantidad ingente de personas que al buscar trabajo lo que quieren es realizar una labor de la que sentirse orgullosas, plenas, crecer como individuos al hacerlo como profesionales.
Da que pensar que el mercado laboral no sea capaz de espolear, dando cabida, al talento. Porque alguien puede perder una oportunidad laboral, sin duda. Pero quien más se malogra es la sociedad en conjunto, pues desaprovecha de forma constante la posibilidad de progresar.
Imagen de portada: CHUTTERSNAP
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