La EvAU, ni 5 minutos sin polémica
Me levanto, voy a desayunar, pongo Telemadrid. Ni 5 minutos han pasado desde que comienzo el día, ya hay polémica con la EvAU.
¿La semilla de la discordia? Una señora que protesta porque su hijo está en cama con COVID-19 y no puede hacer la EvAU (selectividad, PAU, llámese por el eufemismo preferido). Al parecer, la convocatoria de septiembre se celebra estos días. Justo su retoño se ha contagiado el día exacto. La mujer pide que le repitan la prueba presencialmente, o de manera online, otro día. Recrimina que la administración no tuviera un plan de contingencia para estos casos.
Claro que sí. También un par de borradores por si nos atacan los “Payasos asesinos del espacio exterior”, una albóndiga gigante, o a alguien se le ocurre volver a desenterrar y continuar la serie “Perdidos”.
Como diría CJ: “EvAU, Ah, shit, here we go again”
Primero, entiendo que este chaval y su señora madre se estimen en una situación de injusticia por causas sobrevenidas. Comprendo que lo peleen. Si lo ganan, bien por ellos. Ahora, en la vida adulta, y sobre todo académica, la diferencia entre el éxito y el fracaso es volátil. Tanto que a veces no se sabe a ciencia cierta si lo ocurrido está bien o mal, puesto que entran en juego infinitamente más factores de los que se ven a simple vista.
Calendario, agravios comparativos, funcionamiento de los departamentos, deontología, valores, burocracia, chanchullos varios, mano izquierda, imparcialidad… El funcionamiento universitario es altamente complejo en actores. Aunque como individuos solo veamos nuestra situación personal.
Resumiendo, lo que se va a encontrar este chaval, en adición de otros miles, es que la vida en una universidad no es justa. Incluso en situaciones ulteriores: ¿Hubiera debate, siquiera, si alguien el año pasado no hubiera podido hacer la EvAU por fiebre? ¿Por romperse un tobillo de camino? ¿Tener cualquier accidente? ¿Por dormirse?
Así, la cantidad de situaciones en retroalimento dan como resultado a una infinidad de escenarios. No se pueden prever y legislar objetivamente sobre una cantidad inefable de realidades potenciales. Es absurdo a la par que humanamente imposible.
No se puede colocar una veda que deje satisfechos a todos. Siempre habrá alguien justo por detrás de la línea frustrado por pasar. Si un 4,9 es un 5. Entonces, un 4,8 igual, porque el eje ha bajado una décima. Un 4,7 lo mismo… Para llegar al punto en el que 0=5. Todo es irrelevante, todo vale y nadie lo hace al sustentarse en terreno líquido. Luego, precisamos de normas inamovibles.
Subsistir como adulto y no morir en el intento
En la universidad y la vida laboral las oportunidades están para correr consecutivamente. El examen tiene una fecha. La empresa te entrevista un día. El cliente tiene esa hora para venderle el trato. Los informativos salen en antena a las 3 pase lo que pase.
Una se acostumbra, sin que ello deje de ser despiadado si se analiza en frío. Sin embargo, es el precio que pagar por vivir en comunidad. Los intereses individuales subyacen a los del colectivo. Lo dice hasta la propia constitución.
Te pueden pasar mil putadas de las que no tienes culpa. Ojalá no fuera así, pero el planeta no te espera. Rara vez lo hace, cual ambrosía o milagro termodinámico.
No obstante, tampoco carguemos el peso a un sistema desalmado. Si bien, nosotras mismas como individuos también negamos las segundas oportunidades. Una comida mala basta para no volver a ese restaurante. Aunque el cocinero solo haya tenido un día malo. Una primera impresión decepcionante en una cita, sinónimo de desaparecer como la clase media a principios de siglo.
Mala suerte. A veces ocurren circunstancias sobrevenidas de las que poca culpa tienes tú. El sistema tampoco, no puede asegurar soluciones para cada caso. No hay un culpable. Quizás eso sea lo más complicado de digerir. La inexistencia de un villano en la historia.
Llegando a algún puerto
Las malas pasadas ocurren. En nuestras manos están lucharlas, apelar a la mano izquierda y tirar con todo tu arsenal de recursos.
Mas, flaco favor le hacemos a las nuevas generaciones asegurando que todas las injusticias se van a solventar. Eso pueril, lo último que necesitamos como comunidad. Los cuentos clásicos cerrados se los dejamos a Greimás y sus actantes.
Aquí un problema te puede acechar a la vuelta de la esquina, reventarte el día, el año, ¡Hasta la vida! Con todo, siempre será mejor que vivir en un mundo de individuos desprovistos de los instrumentos para lidiar con la frustración, las negativas y el apabullante miedo a no controlarlo todo.
La cura en la humildad, la que te vocifera que no todo gira alrededor de nuestro ombligo, es el mejor bálsamo para una sociedad acelerada en exceso.
Imagen de portada: Siora Photography