Hazme promo, puta – Pasos para hablar con un medio o marca
“Hazme, promo”. Eso no me lo decían hace un año, cuando comenzábamos la plataforma: Nudo Media. Desconocidas, marca desde 0, presupuesto bajo mínimos y unas ganas locas de producir contenido diferente. Alentadas por la experiencia de tirarse de los pelos viendo como en España no se mima la forma y contenido por igual. La de rescatar el platino del contenedor de residuos.
Hacer, hacíamos algo “raro”. Una propuesta que a la gente le parecía atractiva, sin acabar de cuajar en muchos. Se trataba de un concepto inusual que generaba más incógnitas que certezas, o al menos en toda su extensión. Porque todo el mundo intuye que el SlowJournalism hace periodismo trabajado, pero otra cosa es interiorizar el resto de valores, aptitudes y formas de funcionar que permite, por ejemplo, ampliarlo al SlowContent.
“No lo cuentes, enséñalo”, pensamos. Así que, a base de curro, de hacer piezas, trabajar la estrategia y picar puertas, un año después nos conoce un mayor número de gente, el concepto comienza a calar. Incluso socialmente, gracias al éxito de otros medios similares en algunos aspectos, lo que ayuda bastante a romper arcaicos moldes preconcebidos.
Al principio no se nos acercaba nadie, la lista se reducía a unos pocos apasionados y freaks de la profesión de nuestro mismo palo.
Ahora que lo mismo despuntamos un poquitín (siendo conscientes de nuestra modestia), viene gente externa. Porque te descubre, has llegado hasta ellos, por lo que sea… Queriendo colaborar, que les hagamos promo, reseñas de sus productos o buscando participar en la plataforma. Te deja henchida de orgullo, has conseguido llamar la atención proactiva. Lo mejor que te puede ocurrir. Si bien, abre una incógnita.
El salseíto, ¿Qué pasa llegadas a este punto?
Está la gente que conocemos, la que apostó por nosotras desde un inicio. Algunas de ellas compañeras desde hace años. Esas personas pueden darme un golpe de ‘telefonazo’ para decirme: “Romina, estoy haciendo un huevo frito, hazme promo” y lo vamos a hacer.
Porque sé cómo trabajan, porque sigo sus avances diarios, existe contacto constante. Funcionaremos bien, luego, su tarjeta abre todas las puertas del chabolo. Tienen llaves de casa.
Después están otras que llegan de nuevas, las que oyeron llover y salieron a la ventana. Igual de válidas. No obstante, como ignoramos su trabajo el proceso fluye en distinto caudal. Hay que conquistarse. De ahí estos consejos para que no te cargues la que puede ser una bonita relación mediático-profesional (con nosotras o con quien tú quieras).
Sígueme, coño
Si contactas a alguien por redes sociales, síguela antes. No es obligatorio, nadie debería dejar de colaborar contigo porque no lo sigas en RRSS, o al contrario; hacerlo solo por ello. Al final lo que importa es que tu propuesta sea interesante.
Aunque, por educación (coherencia, incluso) mostrar apego de entrada facilita el entablar conversaciones. Desde la otra parte entiende que resulte extraño que alguien venga diciendo: “Hola, me encantáis, quiero colaborar con vosotras” y que nunca haya interactuado ni se encuentren nexos palpables. Suena a que te quieres subir al carro por algo.
Desentona, sin llegar a enturbiar. Sin embargo, pudiendo hacer las cosas con clase, es una torpeza echarse tierra una sola.
Non Plus Turra
Deja de dar ‘la chapa’. A nadie le interesa tu vida.
Se puede empatizar, volcarse con tu causa de forma íntegra, eso luego. Ahora, de primeras pretender generar un vínculo apelativo con un desconocido resulta del todo improcedente, nadie te va a hacer (buena) promo así. ¿Quién es usted? Suélteme del brazo, señora.
Ni se te ocurra, tampoco, ir por el lado lacrimógeno de ser pasivo-agresivo. Los comportamientos pueriles escaman como un gremlim cantando bajo la lluvia. Eso no va a salir bien. En la profesión todo el mundo se conoce, no vayas esputando contra el viento.
¿Qué haces? ¿Cómo? ¿Por qué? Un par de párrafos, 100 palabras a lo sumo, que hable tu trabajo por ti. No se necesita otra cosa para presentarse. De hecho, es contraproducente excederse. Existe un mensaje implícito en el sentido común compartido: Si necesitas mucho para convencerme es que me la quieres colar. Hay reminiscencias de estafa piramidal ahí.
Simple y elegante. Sé lo que haces, si me interesa incido, si no me encaja nadie pierde el tiempo. Da una buena impresión inicial, dejando que la función cooperativa del lenguaje rellene con buenas sensaciones el resto que falta.
¿Nos llevas a Salpicamás?, ¿Nos llevas a Salpicamás? (x50)
Conectado con lo anterior, basta de dar ‘la vara’. Administrar los tiempos es algo esencial. ‘Vini, vidi, vinci”. Ven, haz, lárgate (en una traducción actualizada al campo). Reiterar el mismo mensaje varias veces se tornará en que te cojan tirria, así jamás colaborarán contigo. A nadie le gustan las brasas fuera de las barbacoas.
Di lo que haces, si a la otra parte le parece interesante se ocupará de recomendarte, ofrecerte mil historias o lo que crea conveniente. ¡Decirle lo que tiene que hacer a un desconocido es violento!
Deja tu mensaje y, si crees que no te han hecho el caso suficiente en un tiempo prudencial, vuelve a dar novedades una segunda vez. La tercera no existe. En una ocasión tu texto puede haberse obviado, traspapelado entre la algarabía del día a día. Si a alguien de verdad le interesa lo que haces no te dejará escapar una segunda.
Cosas que ocurren, a veces es cuestión de oportunidad, de agenda o encuadre de la promo. Ni resta valía a lo que haces, ni tampoco hay que enemistarse. Simplemente: por ahí no.
Hazme promo, puta
Mi favorita mal, que por algo da nombre a la pieza. La FEPPP, aka: Fulgurante Exigencia Publicitaria por Pelo Pantene. Ya sabes: “porque yo lo valgo”.
Demanda que, además, suele llegar con un ecléctico mensaje (por no llamarlo algo peor) del tipo: “Hago vídeos de ‘wafufleibas’ todos los martes, sería genial si me haces promo con un rt, fav, review, banner y display en tu ‘blog’ de literatura”.
Mi remanente alma callejera me invita a responder con un somero: “xD” (en ocasiones reconozco que un: “JUAS”). Sin embargo, me contengo. Suelo atenderlo con promo de nosotras mismas de vuelta: “Ah… Nosotras somos Nudo Media, hacemos esto…”.
Porque el mensaje no podría ser una sublimación mayor de mala educación. No sé quién eres, abordas de forma repentina, exiges, eres violenta, casi siempre pidiendo una cantidad de cosas improcedente, larga, laboriosa, para rematar con la guindita. El postre refinado de constatar que no tienes ni repajolera idea de a quién te estás dirigiendo. Ni has abierto la web de a quien le estás pidiendo un favor.
Algo tan sencillo de solucionar con tener vergüenza. De eso va el siguiente consejo.
Ten vergüenza para no generarla ajena
Vale que vivamos en un mundo en donde el tiempo se haya acelerado. La comunicación ha de dinamizarse, teniendo un factor directo. No obstante, de ahí a enterarse de que un medio ofrece lo que sea y correr cual hiena despavorida a por cualquier trozo de carne, largo trecho sobreviene.
Vamos a terminar las frases, leyendo hasta los puntos, que no las comas. Echa el freno, mira dónde vas a intentar meter la patita antes de que un cepo te la ampute. Porque cualquier día alguna acaba pidiendo referencias a unos nazis por no leer.
El medio ofrecerá unas condiciones, tendrá su propia línea, manera de hacer promo, buscará determinado perfil… invertir 5 minutos en clicar en la sección sempiterna del “quienes somos” de cualquier web ahorra horas de sandeces. Para ambas partes.
Antes de interpelar a alguien tienes que saber quién es. Suena a obviedad, en la práctica parece no serlo. No su evangelio, vida y obra, basta con evitar pedir una pizza en un restaurante chino.
Tómatelo en serio, deja el estilo escolar
Si quieres relaciones profesionales, selo tú primero. Ni juntar letras te convierte en escritora, ni comprarte una CDJ-2000 en DJ. No es cuestión de ir con el culo apretado interpretando una versión esperpéntica del dandi, sino de saber dónde te metes, los códigos y qué puedes aportar.
Cuestión de saber estar, de que las disciplinas se trabajan. Si no eres ingeniero no te postulas a la NASA. Si lo haces, espérate a que te tiren como agua sucia. Sin acritud, mas ¿Qué esperas, entonces?
Ejercicio, también, de ver tu propio trabajo desde fuera, reflexionando si ese contenido es el que te gustaría consumir. O incluso repensarlo dentro de otra cabecera de referencia. ¿Esto tendría cabida dentro de… (inserte canal de autoridad)?
Trabájate la frustración
Si existe un elemento que las generaciones actuales han de bregar con especial ahínco es la tolerancia a la frustración. Si te dedicas a la comunicación, exacerbado a la enésima potencia. Resulta complicado de asimilar, de manera afectiva, que por mucho talento, faena o empeño que le pongas a algo eso no garantiza su éxito.
La justicia toma formas etéreas cuando se trata de llevarla a la práctica. No se tiene lo que se merece, sino lo que se toma. Pueden pasar semanas, meses, años, hasta que algo comience a dar frutos. Una carrera de fondo en donde la meta se vislumbra tenue, un día aparece sin necesidad de indicios previos. Un comentario, alguien que se fija en ti, una promo en el momento y el lugar alineado para que todo explote, o no.
Nadie te debe nada, nada lo garantiza. Es una búsqueda del tesoro en la que cavas durante largo tiempo sin suerte. Vacilas, rumiando si no será mejor dedicarse a otra cosa, para que en ese momento una voz interior te dijera: “¿Y si estuviera a un metro?”. Entonces, sigues otro largo trecho. Quizás jamás llegues a él, puede que sí, pero como lo único seguro es que vas a cavar, mejor que te guste hacerlo. Disfrutar rentabilizando el camino.
Los proyectos están vivos, necesitan de una revisión de la estrategia constante. Se vale claudicar, está permitido reflexionar si es mejor cambiar de ruta, abandonarlo todo… O todo lo contrario, persistir contra viento y marea. Si bien, ninguna decisión es mejor que otra. Será cada persona la que resuelva cómo jugar las cartas que le han tocado, solo una misma conoce todas las piezas del puzle.
No le levantes el chiringuito a nadie
La única persona que no te va a dar una patada en el culo mañana eres tú. Esa certeza solo se la puede otorgar una misma. No significa que el mundo tenga que ser cruel, ni te vaya a pasar. Pese a que la posibilidad existe cuando trabajas para otros.
Aquí radica la importancia de ser íntegra con lo que se tiene en el presente e igualmente por lo que se apuesta en un futuro. Las condiciones en este sentido son determinantes. Una relación limpia, horizontal, en donde la correspondencia de poderes esté equilibrada en el beneficio que genera: personal, económico, social, político… Se trata de ser consciente, con un vínculo que compense ambas partes.
Ni se debe trabajar gratis, o por la mera promo, ni devaluar la profesión ¿Eso significa que no deberías hacerle un favor a alguien apostando por su idea? Puedes, o no, dependiendo de las circunstancias.
La honestidad es un chaleco reflectante, se ve a leguas de distancia. No es lo mismo apoyar a una entidad, siendo parte activa de ella. Que llenarle la nevera a alguien todos los meses mientras la tuya está vacía. De eso mismo se trata, de evitar las relaciones descompensadas.
Sin fliparse en demasía
La pasión es un horno de combustión. Mantiene caliente los ánimos; aunque si no se le da de comer se apaga, mientras que si se la ensancha en demasía quema. De ahí la importancia de monitorizar el estado de cerca, lejos y hasta fuera del planteamiento.
Por muy bueno, revolucionario, magnífico que pueda parecer, el mundo sigue girando exactamente igual con tus planes o sin ellos. En el planeta hay alrededor de 7,5 mil millones de personas. En el caso de que tu producto atesorara un éxito rotundo (75 millones de usuarios de audiencia cada vez que dices: “Hola”), seguiría siendo del todo irrelevante para el 99% de la población.
Por eso es importante enamorarse de lo que una construye, sin dejar de ser consciente del suelo que se pisa. En adición del resto que se deja de pisar, que funciona ajeno bajo otros pretextos, formas y maneras de marchar.
Cuando contactas con otros buscando esa promo a toda costa, no va mal recordar que cada una tiene su pequeña parcela de insignificancia relevante dentro de su propio sistema con consistencia interna.
Hagas lo que hagas, es broma
Así, de esto último se desliga una concepción a recordar para que los árboles no impidan ver el bosque. Nada importa en términos absolutos. Un ejercicio de quitarle misticismo heroico a cualquier labor. Un mismo contenido es de manera simultánea: basura-maravilla.
Todo es cuestión de frame, de marco interpretativo de la experiencia, porque la sociedad es puro convencionalismo. Un Ferrari hoy es un bien de lujo, mientras que de haberlo en el 38 a.C sería un armatoste inútil. Lo mismo con ideas desechadas en antaño ahora de moda, pertinentes en otra visión social.
La línea entre la excelencia y el fracaso es a veces fútil. Lo único que hace la comunicación es performar un entorno ad hoc para contar historias. Que entran mejor, o peor, sin dejar de ser un elemento abstracto finito en su propio contexto. Codependiente, tirano y esclavo de él.
Una parodia de la realidad para darle “marchita” al juego, que, finalizado, mete al peón y la reina en la misma caja. El mundo sigue girando tras de sí, el universo permanece inmutable. De su fragilidad nace su belleza, pues, la de conseguir hacer canon un relato en el ideario público mientras el tablero siga en la mesa.
Imagen de portada: Andre Hunter
Recuerda que estamos en Twitter (nuestra red social principal) para no perderte ninguna novedad 😉