“Mira de frente”, me espeta de repente
Una señora random de LinkedIn me comenta públicamente un post en donde comparto mi CV. Publicación de la semana pasada, después de ella llevo un par. O sea, ¿La buscó explícitamente?
“Mira de frente” es, literalmente, su mensaje (haciendo alusión a mi fotografía, la misma de aquí). No he hablado en la vida con esta chica. Nos agregamos hace poco. Jamás se había comunicado conmigo. Ni un “hola“. Su primer mensaje es un imperativo, vacuo, con unos aires de colegueo que no vienen a cuento, rozando lo despectivo. Le abro privado. Muy educadamente, no sé si es seria o informal, así que voy de buenas explicándole todo asertivamente:
Que soy consciente de que sus intenciones son buenas (me gustaría pensar), pero que usar un imperativo, sin mayor contexto, puede resultar violento cuando ni hemos hablado antes. Que podría tener mil razones para hacerlo de esa manera. De hecho, lo hago a posta y que gracias. No obstante, comentarios así se pueden llevar a malinterpretar, me pareció feo, fin.
Aquí viene el surrealismo, agarraos con la curva venidera: Que “me coma el mundo“. Que, si ella me critica también la critique públicamente (vergüenza ajena). Le resultaba demasiado tímida haciéndolo por privado, al parecer. Hace hincapié, varias veces, en su argumento magistral: “Que me coma el mundo”. No para de decírmelo.
Basado en la relación de silogismo, en la que, en comunicación, la manera de triunfar es mirar a la cámara cual cocainómana ensimismada. A la postre de montar una discusión a poco que tenga ocasión sobre las cávalas domingueras de una desconocida. Una relación histriónica de toda la vida, vamos. Para finalizar con la matraca, su premisa conclusiva se basa en que si publico cualquier contenido me atenga a ser criticada.
Empiezo, que se me acaba la luz del día
¡Cuánto daño han hecho las TedTalks, el coaching de “sueña alto” y la comunicación del “pues yo más”!
OBVIAMENTE, alguien te va a comentar, positiva o negativamente, cualquier cosa que expongas en redes. De eso van. Para algo lo comparto. Soy perfectamente consciente de esa realidad, ni me importuna ni sorprende. Busco interacción porque al final es lo que nos hace progresar, aprender, ampliar la enciclopedia.
Ahora, es totalmente diferente un: “Te aconsejaría mirar a cámara” (ya si das una razón somera, lo clavas). A: “Mira de frente“.
Porque no nos conocemos. Porque no hay contexto. Porque es despectivamente condescendiente hacia alguien adulta que se dedica a este campo. Las formas en una interacción primigenia están, incluso, por encima del propio contenido. La elección del tiempo verbal denota una intencionalidad determinante.
No les hablas a tu púgil al que entrenas para que levante la guardia durante el combate. Tampoco estás en una ajetreada redacción en la que apremia ser directa y concisa. Menos aún a tu colega en el parque cuando te enseña algo en confidencia. Le hablas públicamente a una desconocida. Profesional en el campo que discutes.
Chaquetas brillantes y demás vende humos
La imagen popular del experto en comunicación es la del señor que vende el monorraíl en los Simpson, así nos va. La comunicación no es conflicto en pos de ser el rey de la colina. Comunicación es adecuación, coherencia y cohesión estratégica. Simple, elegante, ecléctico.
No es ganar batallas, sino guerras. A veces ni siquiera eso. Sino más bien una suerte de cooperación holística. Cada situación conlleva un planteamiento concreto. Suave cuando le das una mala noticia a alguien. Duro, cuando defiendes a tu equipo de injusticias. Mordaz, a veces, cuando la ocasión lo amerita, al cascarte un artículo de opinión.
Luego, ante una situación de este cariz, nunca, vendré a montarme el beef. Dista en demasía de ser “The Jungle, nigga“, como diría Eduardo García, aka: Dudu. No es una pelea de gallos, lo siento.
Parecen tonterías, pequeños detalles, sí. Pero os aseguro que la coyuntura a nivel cuántico, a nivel de signo, es la que separa el éxito absoluto del estrepitoso muro. Las dinámicas en redes nos evocan a una suerte de apelación atronadora. Todo es ahora, todo es yo, mi mundo. Bájalo, habrá tiempo de subir la voz, retronando a los 4 vientos si concurre.
Empatiza, calcula, porque las intenciones aquí de nada valen si no se sustentan en algo sólido. No todo el mundo es el mismo lector que nosotras. Basta con no acercarse a la línea donde pueda haber aberraciones semánticas. Escucha activamente, piensa antes de abrir la boca. Pero, sobre todo, no te presentes ante nadie vociferándole al oído.
Imagen de portada: Barna Bartis