10 claves para entender: Cómo funciona el periodismo
Pensamiento mágico, conspiraciones, teorías locas, maletines, cloacas del estado… Las elucubraciones son muy variopintas, pero: ¿Cómo funciona el periodismo en realidad?
Lo cierto es que los medios de comunicación se encuentran en una posición de minusvaloración inaudita. Su fama, en antaño ensalzada más que un médico en un entorno rural, ahora se ve denostada por cualquier hijo de vecino. No obstante, ¿Cuánta base poseen estas críticas? ¿Es infundado todo el descrédito que adolecen de manera generalizada?
En este artículo queremos acercar, siendo honestas y con conocimiento de causa, lo que ocurre tras las bambalinas de las redacciones. Sin trucos, clickbate, sin alargar la cuenta… Solo información rigurosa que de veras puede ayudar a comprender las causas y consecuencias a profesionales, estudiantes de comunicación, o hasta lectores curiosos. Ya que el fenómeno no es, para nada, simple, si bien del todo comprensible cuando existe ánimo de explicarlo.
Desarrollo holístico. No existen disciplinas, sino la honestidad
El primer punto que hay que interiorizar para entender cómo funciona el periodismo es el de asumir que el periodismo ha muerto. En concreto esa idea puritana, vástaga del cliché, de un señor con sombrero, tirantes y libreta que hace preguntas insistentes a otro personaje trajeado con cara de pocos amigos, al que pretende sacarle toda la verdad oculta. El periodismo no es Clark Ken, por eso tampoco tiene los poderes de Superman.
Qué pena, ¿no? Entonemos el gorigori e hinchémonos a llorar. ¡No, salta de felicidad! Porque ahora puede echar mano de herramientas publicitarias para hacerse atractivo a los ojos. De estrategia para planificar mejor los contenidos, de formatos visuales y audiovisuales del arte para añadir variedad, mejorando la transmisión del mensaje. O de la fusión de géneros para entretener al tiempo que informan.
La mezcla, el diálogo, la experimentación es lo mejor que le ha pasado al ser humano, en el caso de la comunicación no iba a ser diferente, puesto que hace crecer sus paredes porosas al retroalimentarse.
Ahora, intercambio no es despiporre y “vale tudo” extremo. Poniendo como línea roja el punto lógico, elegante, de la honestidad. En una premisa en donde se puede avanzar hacia donde se quiera como se quiera, ahora, sin engañar a nadie: Si meas, eso no es lluvia. Un contenido pagado nunca es libre del todo. Un hecho es algo inapelable y una opinión discutible. Basta con hacérselo saber al lector, de no ser maliciosa ni “mala gente”.
Así, las etiquetas se desdibujan en cuanto a qué es un reportaje, o qué una obra multimedia que explica la guerra en Siria, por ejemplo. Pieza, al fin y al cabo, de la que debería quedar claro qué son datos y qué interpretación/opinión.
La revolución no está en los contenidos, sino en los canales
En antaño si querías ser revolucionaria de ibas a quemar contenedores, figurados, a algún medio tan rojo como el puño de Lenin. Hoy la fagocitación de la conglomeración mediática (que unas pocas grandes empresas son dueñas de todo) dificulta no el hecho de serlo, sino de que eso tenga alguna consecuencia.
Para saber cómo funciona el periodismo es esencial tener en cuenta que la industria ha crecido lo suficiente como para “comerse” una cantidad del pastel en 360º. Las empresas informativas grandes tienen entre sus carteras medios de todo tipo, target, temática, espectro político, tono, dimensiones… Son empresas, si algo da dinero, lo absorben e integran entre su columna vertebral.
Ahora bien, las “organizaciones madre”, la nave nodriza junto a sus dueños, sí que suelen funcionar mediante una filosofía de intereses determinados. Como un actor silencioso que recibe todo el rédito de su porfolio de inversión y redistribuye los recursos como mejor le conviene.
Desarticulando, incluso, a las voces discordantes porque están integradas en el estatus quo. Sacando provecho de ellas, no solo económico. Considerando que en un momento dado pueden potenciar de manera velada un discurso sobre otros, con movimientos de estrategia empresarial poco visibles desde fuera.
O sea, al sistema mainstream le da igual que lo critiques, siempre y cuando lo hagas dentro de sus fueros. Así monopolizan la audiencia, controlan el impacto del mensaje, su producción, a sus actores…
Por eso es importante, a la hora de consumir, ser responsables sobre a quiénes se está beneficiando en mayor y última instancia. Por contraparte, como empresas, el compromiso recae hacia dónde reinvertir los beneficios de la audiencia.
La parodia resignificada
Uno de los conceptos elementales que ha expandido su acepción práctica en la última década. Al hablar de “parodia”, no se hace de modo exclusivo en clave cómica; de mofa o burla. Sino propagada hacia un instrumento que permite contener a una infinidad de capas semánticas a partir de una alusión irónica primigenia.
Dándose como homenaje, efecto de complicidad con el lector, esencia ecléctica… en forma de memes, simbología popular, expresiones, argot del mundo de internet o de redes concretas, del ocio digital o derivadas de sus comunidades de usuarios. Así, la parodia se instrumentaliza como una herramienta de conexión, para optimizar la comunicación, más que como el fin último de hacer gracia.
La profesión durante años ha funcionado como la academia, dentro de su mundo especializado (política, cultura, economía…), en donde el lector era el que tenía que hacer un “esfuerzo” para integrar esa información en su cotidianeidad. En la actualidad es el periodismo el que realiza ese afán por introducirse en la vida de sus audiencias. Ya que ha pasado de poseer un formato y tiempos de consumo determinados (el telediario del mediodía, el periódico de la mañana), a estar presente siempre.
Eso tiene un coste de conexión subsanado, solo, a partir de fórmulas vastas. Un mundo complejo (altamente gramaticalizado) propugna la aparición de capas semánticas profundas. Para conectar con una sociedad que se debate entre el hastío y la exasperación.
De modo que un lector no “versado” en el tema pueda entender en una primera instancia el mensaje lo suficiente. Mientras que el ilustrado pueda sacarle significados subsiguientes, enriqueciendo la experiencia, mejorando el sentimiento de pertenencia.
La forma al mismo o mayor nivel que el contenido
Hubo un tiempo en el que la comunicación era mesiánica, como la tierra prometida para los israelitas, o un juego de Front Software: “Constrúyelo y vendrán”. Mejor, o peor, bastaba con soltarla en los pocos canales existentes que, por su escasez, atesoraban abultadas cuotas de audiencia.
Hoy, la rapidez de la vida, la insensibilidad ante ciertos estímulos a los que la población se ha acostumbrado, amén de la recurrencia constante de informaciones trae consigo que eso no sea suficiente.
El diseño de los contenidos es la carta de presentación sine qua non a la hora de entender cómo funciona el periodismo. Un matrimonio consensuado entre los argumentos, junto al método de hacerlos atractivos a la vista según el formato. Porque es un hecho que algo mejor estructurado, pensado para ser consumido y equilibrado se transmite mejor.
Una “artistificación” del sector que presenta dos obras en una: El mensaje sumado a su escultura en armonía. También como una oportunidad de atribuirle una rúbrica propia a informaciones clónicas (dado que los hechos son los que son).
Las últimas tendencias apuntan a mayor aire (aprovechamiento estudiado de los espacios), protagonismo de menos texto, si bien trabajado al máximo. El minimalismo de recursos, en donde la fórmula se repite: solo está lo necesario. Dentro de una conjugación entre la lectura clásica y los recursos tecnológicos multimedia. De manera orgánica, fluida, convergiendo sin grandes saltos entre sí.
Informal, que no zafia
Se ha comentado en sobradas ocasiones: ser rigurosa no está adherido a tener un palo metido por la cavidad anal. La petulancia altanera quedó atrás como performación de la verdad. Un discurso correcto, bien construido, amén de interesante no necesita trucos para triunfar. Si se tiene algo que contar, se cuenta de siendo cercanas e íntegras, punto.
En ocasiones, una palabra soez, malsonante o de un argot determinado comunica mejor que todas las posiciones frías del telediario de antaño. Porque la careta mitológica se cayó. Para comprender cómo funciona el periodismo es necesario tener en cuenta que los periodistas son personas. Pretender anular su condición significaría renunciar a una parte inmensa de la comunicación. Cuantos menos ornamentos desorbitados, mayor espacio queda a las obras con chicha.
Ahora, eso tampoco significa renunciar a la adecuación, sino deshacerse de aquellos elementos que estorban mientras tampoco aportan ulteriores recompensas. Poner las líneas en horizontal y escuchar. El respeto, el cariño por el trabajo, en adición del buen hacer se dan por sentados.
El nacimiento del lector como muerte del autor
Quebradero de cabeza a niveles inauditos. La aparición del “prosumidor” (un consumidor que genera su propio contenido a gran escala potencial, a partir de reviews, quejas, recomendaciones, interacciones con el producto…) ha significado la introducción de un actor con un poder preponderante.
Así pues, al igual que la tecnología ha avanzado de forma exponencial en relación con la sociedad, el nuevo vínculo entre receptor-emisor ha dejado con la ropa interior por los tobillos a las redacciones.
Con la consecuencia positiva, obvia, de que la comunicación es efectiva a niveles inéditos. Los errores, aciertos, el feedback, no tardan en llegar. Pese a que, supedita de formas constrictoras a los creadores de contenido. Los cuales, en ocasiones, han de pensar más en cómo se recibirá el mensaje que en la propia pieza en sí. Es algo que no solo atañe a cómo funciona el periodismo, sino a toda la industria cultural en general: Cine, música, literatura…
El hecho de que el lector forme parte activa de la obra abre la puerta al riesgo de que esta deje de ser propiedad de su autor. Un viejo paradigma que afecta, actualizado, al sector: el del equilibrio entre industria-genio singular. ¿Debe un autor agradar a toda costa, a qué precio? ¿Hasta dónde han de llegar las consecuencias de la disconformidad con la obra de alguien? ¿Vale con no consumirlo, o también se posee derecho a hacer campaña en contra?
Una pugna compleja alimentada por el fuego de la inmediatez, la beligerancia que otorga una pantalla de por medio, así como soslayar el peligro de otorgar respeto a todas las opiniones. Estén o no formadas, ataquen o no la integridad de alguien, o arremetan contra las libertades y los derechos humanos.
La vuelta al “artesano”: Papel, trabajo y la eliminación de intermediarios
El “picorcito” de sentir la consistencia de la palabra aún no se ha igualado por otros placebos. Ya sea oler y palpar las hojas, disfrutar de una buena edición, o de la vuelta de tuerca ingeniosa de un formato a caballo entre varios.
Los procesos humanos a menudo se dan mediante ciclos: crece, auge, declive, para volver a comenzar. Un trasvase de Centro-Periferia también sería apropiado para la situación. En donde lo artesano primero era la norma, luego se convierte en residual por la producción industrial, para volver a tomar valor resignificado como artículo de “lujo” (dentro de su categoría. Se trata de Slow Content, no de Rolex). En el caso cómo funciona el periodismo no iba a ser menos.
Ergo, la actualidad, harta de productos caducos, comienza a despertar el interés por una comunicación de calidad. Prefiere comprar pan en el obrador artesano, en vez del “cinco panes por 1€” del hipermercado. Como todo el respeto a las ofertas en la alimentación, porque ni somos Gloria Serra, ni esto Equipo de Investigación. La comunicación actual, luego, ahíta de productos procesados, demanda real fooding. Ambos pueden coexistir, aunque sus momentos e intenciones de consumo sean muy distintas. Como un taxi y un bólido de carreras, de propósitos distintos siendo los dos coches.
Este nuevo paradigma trae consigo el aprovechamiento extremo de los puntos anteriores: La posibilidad de fusionarse con otras disciplinas artísticas. Apostar por mejores recursos de producción. Generar canales propios, alejados de los influjos inmovilizadores de los grandes capitales. Un nuevo lenguaje, formas de comunicación honestas y estrechas con sus suscriptores… Un producto redondo, del que sentirse orgullosas, en última instancia, a sabiendas que sobrevivirá como muestra libre de su tiempo.
Cómo funciona la desregulación en el periodismo
Se habló de la parte ilusionante, del artesano. ¿Pero qué pasa con la industria? Porque sigue viva a costa de convertirse en un zombi.
Lo cierto es que se precariza el ámbito a unas cuotas simplemente insostenibles. Todo teme por ser desregulado: porque la redacción se cierre de un día para otro, por llevarse la producción a otro lugar, o por sufrir mobbing (acoso laboral) en forma de malas prácticas.
Una estructura laboral sustentada por medio de una superestructura (conjunto de elementos jurídicos, políticos e ideológicos) que se encarga de erosionar cualquier voluntad de cambio. Pierde fuerza la idea de la importancia de las decisiones cotidianas. De que las repercusiones a las acciones sean duraderas. Eso banaliza el mundo en sí, la solidaridad social y la posibilidad de construir algo sólido en comunidad. Los lazos sociales, ahora líquidos, han perdido su significado de lealtad dentro de la estructura de cómo funciona el periodismo en las grandes cabeceras.
Por ello, a pesar de atesorar los mejores números cuantitativos en lo que respecta a visitas, anunciantes, usuarios únicos, repercusión mediática; por dentro está roto. Funcionando solo mediante una descompensación insana que agota sus recursos hasta la extenuación.
Ser el más rápido, el visitadísimo, el de “a misa y repicar”. El amigo del gran capital, siéndolo también de la ciudadanía tiene un costo: la honestidad de la marca, junto a la salud personal y profesional de los “curritos” que tiran del carro.
El “More and More” de Eco
Lo ingente, lo raudo, abultado y crudo, lo kitsch. El síntoma principal de vivir durante casi 75 años en un mundo de recursos finitos, en el que todo tiene pretensiones de crecimiento sempiternas (con principio y sin fin) es que al final ese desarrollo deja de ser orgánico, se descompensa. Tira de ácido láctico porque no queda glucosa.
Es como engullir el plato después de la comida por seguir zampando. Eso es el “more and more” de Umberto Eco traducido a cómo funciona el periodismo, o una gran alícuota de él, en 2021. Como también pronosticó Perec en su novela: “Las Cosas” (inciso de la autora: “leed esta novela u os parto el cuello”)
Si la actualidad artificiosa demanda una exorbitada cantidad de estímulos, la única manera es crearlo a medida: de ahí el clickbait, medias verdades, fakes news, eventos del siglo cada semana y la política del espectáculo. De ahí se desgrana el hecho de que el frame; el marco interpretativo que dicta cómo ha de ser la experiencia (sus normas), rehúse de tomar tiempo, conciencia, reflexión, apreciación de las obras, sus lecturas, implicaciones… sentido crítico, a fin de cuentas.
Porque como individuos se puede pensar de forma libre, claro. Aun cuando los temas de los que se debate, aquellos de “actualidad” (lo que en comunicología se conoce como: Agenda Setting) vienen determinados por la vorágine de piezas con las que se bombardea a diario a la población.
Como dar una gama infinita de colores de la misma camiseta y asegurar que te vistes con libertad. Avalado por un consumo rápido, exigente, superficial, agresivo. Que pocas veces deja resquicio para pensar fuera de él, para verlo con la perspectiva suficiente. Dejando que ese análisis se filtre hasta el conocimiento de causa.
Pugna entre sistema de masas vs. Comunicación pública
El último ítem para entender cómo funciona el periodismo. La unión de las características anteriores. El establecimiento de dos modelos desde los que pensar la comunicación.
Un sistema de masas tradicional sustentado en base a parches que no siempre pegan. Entendiendo a la comunicación como un negocio en donde el producto son las audiencias. Un monstruo de Frankenstein con un terrario mercantil desarrollado, trabajado a lo largo de décadas.
O un nuevo sistema de comunicación pública, que apuesta por el “Slow Content” como producto. Dinámicas equilibradas, desarrollo orgánico en un nuevo mundo cambiante, así como la rotura de paradigmas y el empoderamiento del lector. Que, sin embargo, debe desarrollar todo su mercado. Delante de sí tiene un solar desde el que edificar sin vicios, pero empezando desde 0. Con el esfuerzo titánico que conlleva incrustarse en un mercado hermético (que va cediendo elasticidad en los últimos años).
¿Sobrevivirán los dos? ¿Cómo? ¿Acabará uno engullendo al otro? Eso son preguntas que dan para unas cuantas piezas paralelas. No obstante, si existe un debate actual es ese. Nadie tiene respuestas claras para ninguna de ellas, aunque sí los valores para fomentar uno u otro futuro. Nosotras lo tenemos claro ¿Y tú?
Imagen de portada: Andrew Neel
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