Cómo destrozar una campaña de crowdfunding

El crowdfunding (microfinanciación) es a los millenials lo que para sus padres fue la teletienda. Una pequeña parcela de desesperados y acérrimos a la fe dónde invertir dinero a cambio de esperanzas. El lugar donde las promesas quedan suspendidas en éter, bajo el pretexto de cambiar el mundo para mejor, con productos revolucionarios que se adelantan a su tiempo.
Bromas aparte, el crowdfunding es para valientes. Tanto para aquellos que confían sus ganas e ilusión convirtiéndose en ‘mecenas’ contemporáneos, como para aquellos pequeños soñadores que ofrecen nuevos productos con los que nutrir el empedrado suelo de la cultura.
Sería insulso pararnos a explicar por septuagésima vez qué es, ya existen cientos de piezas que lo desarrollan. Basta con saber que es dar dinero a un emprendedor a cambio de recompensas exclusivas. Financiar entre miles de personas un libro, un disco, una línea de bicicletas, o el guion loco de una mezcla entre Sharknado y Ovejas Asesinas… El límite radica en la imaginación.
Algunos salen muy bien, porque las ideas son sólidas, convincentes, atractivas. Otros mal, porque huelen más a estafa que una fiesta de 4º de la ESO a One Million. No obstante, ¿Qué ocurre con aquellos que se quedan en un ‘sí pero no’? Esos que, aun proponiendo algo interesante, les falta terminar de generar la necesidad imperiosa de apostar por él.
En esta pieza evitamos enunciarte las claves del éxito. Rechazamos los timos piramidales. Lo que sí vamos a hacer es poner sobre la mesa la guía perfecta para destrozar hasta el producto más ejemplar de la galaxia. Incluso Google, Amazon o Cocacola fracasarían.
¿Qué tienes que hacer para reventarte el chiringuito? Atenta.
Un producto demasiado etéreo, nada ‘tangible’ que enseñar
Dentro de la cabeza propia todo suena impresionante. Al nivel de resultar casi ofensivo que otros se nieguen a rendir pleitesía a la grandiosidad de tu producto. ¡Si es que es perfecto!
Sin embargo, enseñar siempre será mejor que contar. Aunque atesoremos gran nivel de abstracción, nada como la posibilidad de poder ‘tocar’ las cosas. Constatar que existen, que son posibles, bajando de la nube para tu deleite. Además, la sociedad lleva semejante cuantía de siglos escuchando historias de productos mágicos, que quieren algo sólido: “Esto, exactamente, es lo que te vas a llevar”. El público se encargará de decidir cuán magnífico es. En ocasiones superando las expectativas de sus propios creadores.
Así que, más vale un producto real hoy, con sus fallas, que un millón de planes cabalísticos mañana, por redondos que parezcan. Si haces una revista: ten una edición en digital preparada, reparte un par de ejemplares físicos entre gente con influencia. Un disco: a ver, quizá unas cancioncitas, el material promocional va genial. Un libro: el mejor de tus capítulos, en adición de un par de manuscritos repartidos con tino. Así, cuando más corpóreo y existente en la actualidad, mejor.
Además, si tus inversores pueden actuar en el momento, la vacilación se disipa (Revista Manual lo hizo genial en este aspecto). Es un buen producto, lo quiero, lo tengo. Mientras que las ideas en el aire corren el riesgo de ser sepultadas por otros tantos quintales de información, de dudas, de pensarlo mejor cayendo en el olvido.
Ergo, si quieres reventarte el negocio, vende vacaciones paradisiacas en el País de Cucaña
La cara visible de tu crowdfunding es un cretino
Se tiene el mejor producto del mundo, un plan de comunicación espectacular, excelentes contactos y target formidable. De nada valen si el presentador principal de tu crowdfunding tiene peor reputación que un violador en la cárcel. Caso en el que el producto compartirá el mismo tiempo de vida.
Si el director del proyecto ha obrado de forma arrogante con decenas de personas durante años, se comenta que es grosero, altivo, cargante entre tu comunidad… Que es percibido como negativo entre una alícuota considerable, vaya. A lo mejor conviene apartarlo un poquito de los focos. Incluirlo de tapadillo, hacerlo pasar sin hacer demasiado ruido.
¿Algo obvio? En la práctica no, si se investiga el panorama actual. Luego, si tu intención es que la gente salga despavorida nada más clicar en tu video de presentación, haz que un cretino le hable a la cámara.
Que la coherencia pase como un turista. Porque cualquiera sabe que ese ‘amigo’ que solo te llama para pedir favores, transitando a posteriori a su posición natural de tratarte fatal, es plato de gusto colectivo.
Nada de engament previo con tu público
Continuando para bingo, queda la concepción mesiánica. Construye la tierra prometida que los israelitas vendrán solos. Como si la mera publicación del producto en internet hiciera magia atrayendo a las multitudes.
Ese caso en el que la organización del crowdfunding se ha pasado su tiempo de vida realizando una ‘comunicación regadera’, vertical. Con un modus operandi basado en: llegar, soltar sus cosas e irse. Un ‘vini,vidi,vici’ esperpéntico, pues alcanzar lo último se le resiste. Nada de interactuar con los usuarios, de hacerles ver que los escuchas, que eres uno más que viene a sumar. Actitud de diva, como una burguesa arruinada muy digna encima de su burro.
Para coronarse, despotismo. Realiza un producto dirigido a una franja demográfica sin contar con ella en la producción. Haz un medio para jóvenes sin jóvenes, uno especializado sin especialistas, o deja que señores abanderen el feminismo.
Entonces, llega el día en el que necesita suscriptores, lanzarse a papel, o vender figuritas de acción (eso es irrelevante). El quid es que precisa que sus usuarios se impliquen con la cartera. Mas, sin costumbre de haberles escuchado jamás. Poco genio hace falta para ver la incoherencia.
Un crowdfunding acarrea inherente una actitud horizontal, cercana, transparente. Para reventarlo pocas cosas mejores que plantearlo mediante una posición, sorda, hermética y excluyente. ¿Qué si trata de otro caso real? Bueno, basta con echarle una mirada al contexto para saberlo.
Pasa de explicarlo con cercanía, transparencia, ni tampoco simpleza
Hablando de cómo plantearlo: ‘Non plus turra’. La correcta expresión es proporcional a la cantidad de información necesaria. O sea, un texto de 300 palabras podría resultar más pesado que otro de 3000 si no se hace más que soltar datos inconclusos, desvíos hacia las ramas, tecnicismos innecesarios, repeticiones constantes…
Una buena explicación se limita a responder a las preguntas potenciales del usuario en esencia: ¿Qué haces? ¿Cómo? ¿Por qué eres especial? ¿Qué se lleva el inversor? ¿Cuándo?
La lengua tiene cuantiosas similitudes con las matemáticas. En ambas disciplinas la solución preferible siempre es directa a la par que elegante. Lo larga que se amerite, sin que nada de lo que conlleve sobre. Una ley básica extrapolable a cualquier caso. Información directa, divulgativa, honesta. A fin de cuentas: atractiva.
Ahora, si quieres boicotear el crowdfunding habla con un tono rimbombante, sé confusa en para qué quieres los billetes y emborrónalo con saltos narrativos.
Quédate con tu círculo de influencia
Va una de coger apuntes. Pongamos que Nudo Media pretender financiar un libro sobre ‘slowjournalism’, por ejemplo.
Lo lógico sería comenzar por llamar la atención del público inmediato: redes sociales propias, amigos, familiares… Después se puede intentar alcanzar una cuota de medios ganados (tocar en puertas para que promocionen el contenido) en perfiles afines: plataformas de contenido similar, mundo académico, periodistas… ¿Ya está? Depende.
Con demasiada suerte estos dos pasos valen. No obstante, para la gran mayoría, una tercera vuelta de tuerca puede significar la diferencia entre lograr el objetivo o quedarse atascada. Algo tan simple como salir de la zona de influencia a colonizar territorios inexplorados.
Porque nadie asegura que se tenga toda la cuota a la que le interesa el crowfunding. Es posible que, sin ser su ámbito de predilección principal, al público de un medio de literatura, o de música, teatro, tecnología, artes pictóricas… Campos limítrofes de la cultura que comparten cierta filosofía en común, les consiga atraer la propuesta.
Así que cuando tus intenciones sean las de estropear la campaña quédate quieta, vete a lo seguro y desprecia al completo cualquier atisbo de apertura. Sobre todo, rechaza a todas las vías que tengan menos audiencia bruta que tú. Porque bien sabido es que cosas como tasa de interacción, de crecimiento, capacidad de llamar a la acción o autoridad son detalles insulsos irrelevantes. Una persona con 300 seguidores que pueda convencer a la mitad es obviable.
Los cambios para otros crowdfunding
“Todo el mundo tiene un plan hasta que recibe la primera hostia”, alegaba el boxeador Mike Tyson con bastante verdad. Un plan escudriñado al milímetro, siendo esencial, puede verse convertido en papel mojado por las circunstancias.
Una pandemia mundial, un error de cálculo en las impresiones, la respuesta negativa de un público que se suponía ganado… Los escollos son imprevisibles, con mayor probabilidad de consecución que el hecho de que los acontecimientos se den como dicte la estrategia.
Por lo que de antemano se sabe que algo ocurrirá. Ni el qué, ni cuándo, pero surgirá. Para cargarte el crowdfunding ármate de terquedad y anteojeras. Directa al desfiladero.
Porque solo ha de ocurrir lo que tenías cavilado desde el inicio. Camino exclusivo al objetivo. Por lo que, fuera planes de contingencia, ni te informes de los problemas más comunes en tu disciplina. Déjate sorprender, la vida es un placer, disfruta del hedonismo.
Mala comunicación, esfuerzos nulos por ser vista
Lo inteligente es crecer durante un tiempo hasta tener un nombre medianamente reconocible, junto a un trabajo previo, haciendo las veces de portfolio, que avale tu crowdfunding. En adición de atraer a suficientes actores por el camino en los que poder apoyarse, aporten referencias, trabajo, o quizás te promocionen. El clásico ‘pico y pala’ de progresar sin pausas ni prisas.
Por lo tanto, si tu intención es destrozar la campaña, da igual que tengas 20 seguidores, 4 de ellos multicuentas tuyas. Que ni comprendas a tu público, lanzando una información en lenguaje genérico muy de vez en cuando. Te guíes por ‘el corazón de las cartas’, produciendo el contenido tú misma, porque aprendiste de sobra a escribir en la escuela. En adición de una parte gráfica con tu móvil, mismo, que hace unas fotos buenísimas.
Lo habitual es contar con un profesional de la comunicación que asesore, al menos, en el crowdfunding, si no se encarga de manera directa de realizar el plan. Aunque puestas a hacer las cosas mal a posta, tírate a la piscina sin salvavidas y suicídate. Juntar letras sabe cualquiera.
El producto de tu crowdfunding es una basura
Por último, cuidado con descartar la opción fulgurante. Tan obvia que se soslaya en los estudios profundos. La razón principal puede acabar subyaciendo a que el producto es escoria.
Un punto en el que ser críticas poniendo vías directas de feedback. Introducirse hasta el fondo del bosque puede descuidar su superficie. Desde otras perspectivas pueden dar con el punto que desmorona el castillo de naipes.
Tampoco es que tenga que ser oro puro. Tal vez el crowdfunding falle en detalles que se puedan corregir, separando el éxito astronómico del fracaso absoluto. O en caso contrario, desechar lo más pronto posible el callejón sin salida que consumiría una cantidad ingente de horas, de esfuerzo para nada.
También puede ocurrir que pienses que esto te resbala. En cuyo caso tienes cancha libre para despotricar contra el planeta, con la sonrisa de aquellos conscientes de que el mundo entero se equivoca. No dudes de tu asombrosa majestuosidad. Adelante, ahora sabes cómo destrozar una campaña de crowdfunding.
Imagen de portada: Jp Valery