No es intrusismo laboral, tienes envidia
‘Intrusismo laboral’ suena a expresiones como “habeas corpus”, “Kw/hora” o “test de antígenos”. Todo el mundo las tiene en la boca por moda, pero ninguna entiende del todo cómo funcionan. En el caso de la intrusión profesional el tema tiene mayor miga, porque atañe de forma directa al pan que muchas pueden llevar, o no, a la mesa de casa ¿Qué hay de cierto en el término? ¿Existe un problema real o se trata de la excusa de profesionales deficientes que no consiguen ser contratados?
En teoría todo es fácil, el ejercicio de un empleo está regulado por una legislación, el establecimiento de colegios profesionales y una formación en forma de título académico oficial que capacita para una actividad laboral. Nadie querría que le operara un cirujano sin carrera. Del mismo modo que para su vivienda le gustaría contar con la certificación de un arquitecto que asegure que eso no se le va a venir abajo a una mientras se echa la siesta.
Sin embargo, en la actualidad parecen existir trabajos en las que poco importa la cualificación. Rara vez alguien se preocupa que el presentador del telediario sea periodista. De que el DJ del after cuente con un título oficial… El intrusismo laboral comienza a resoplar entonces. Las quejas por parte de; la casualidad, gremios en donde su sector se precariza afloran como los amigos de un ganador de la lotería.
Desgranando la movida
Para empezar, en los sectores en donde el trabajo sobra, la lupa no existe. Ahora, cuando las paredes se estrechan todo son análisis. Lo que lleva a pensar que; aún pudiendo tener razón, los intereses de las denuncias entienden del “sálvese quien pueda” que no de la inquietud social del “buen ciudadano crítico”.
Cuando en los 70´s comienza un proceso de liberalización de los permisos de emisión de TV y radio, el monte era orégano. Chavales sin acabar los estudios, becarios que llegaban a director de sección, financiación a escote sin mirar las firmas de la chequera. El compadreo de las grandes financieras se hace con el mando, pero ahí no importaba que el dueño del tinglado no fuera periodista. Porque había dinero: paz, pan y trabajo.
Aunque, como en cualquier película bávara de Antena 3, toca sufrir el giro dramático: a los dueños de los sectores artísticos y mediáticos, poco les importa el arte y la comunicación sana. Hoy resulta que, fruto de una serie de gestiones nefandas, sale más rentable tener a un influencer que se venga con su séquito de 200 mil seguidores, que contratar a una profesional formada. El talento, la meritocracia, el “estudia para llegar lejos” son una falacia.
Entretanto, atrona ‘intrusismo laboral’ como eufemismo, bálsamo de tranquilidad romantizador de la derrota, que oculta un desentendimiento de las responsabilidades como consumidores y miembros del sector. “Ya me gustaría… pero es que el mercado está podrido. Que no se contrate a esta otra gente, a mí sí”. Pidiéndole a un banquero que no haga acopio de riqueza, como quien le pide al coyote que no le muerda.
Los cabrones con sus malas artes siempre existirán. La cosa no es que tiendan a hacer el mal, es poner barreras tácitas para evitarlo.
¿Qué haces tú?
Existe intrusismo laboral, vale. ¿Pero qué se hace para combatirlo? No a nivel legislativo, en el código penal o la administración pública, eso son tiritas. A modo educacional. Porque, la misma artista que se queja (justificadamente) de que contratan a una enchufada cateta en el festival de turno; en vez de a profesionales del sector, ¿Consume luego el trabajo de sus vecinos periféricos, o sigue hinchando el globo fétido de los conglomerados que envenenan a los sectores subyacentes?
Se llenan las bocas pidiendo periodistas en periódicos, músicos en escenarios y diseñadores detrás de los carteles. ¡PÁGALOS! Apoya las propuestas que de verdad vienen a sembrar cambios de tendencia. Las que, sobre todo, van a invertir lo generado en cambiar de circuito, en vez de entrar a formar parte de la rueda.
¿Queréis la verdad? Esto no de intrusismo laboral, va de envidia. Porque en una gran mayoría de casos no se quiere un entorno sano en donde convivir, sino quitarle el pan al compa que progresa. Ser parte del 1% privilegiado y que le den al resto. Individualismo coyuntural disfrazado de activismo.
A las cosas por su nombre, responsabilidad colectiva, sindicalización y más mirar hacia arriba.
Imagen de portada: Aditya Wardhana
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