Ópera Bufa
Desde una opinión constructiva y humilde lo voy a decir, y habría que abrir el melón, este y tantos otros que nos mantienen imantados al suelo cual rodamientos roídos:
¡Vaya engendro de mierda, la patera laboral a la que la sociedad llama “deporte femenino”!
La inmensa mayoría de las deportistas en España están llevadas COMO EL CULO en lo que a Comunicación se refiere. Ya hasta en deportes mayoritarios; fútbol, baloncesto, tenis, boxeo, automovilismo… No se salva nadie. Migajas y despojos por doquier de caso y condescendencia a partes iguales.
‘Pero oiga, que cada vez tienen más presencia en los medios y se las valora más’. Se suele oír en los mentideros 2.0.1.nosecuantos, aka: redes sociales varias y las cadenas televisivas adoquinadas por naftalina y “abrumelado” olor. Claro, y dele también usted una pata de cangrejo de su mariscada al mendigo de la esquina, pero dígale que no se la como toda, no, que es malo. Que la comparta con su familia.
Con ello me refiero a que lo peor es que, en muchos casos, se confunden resultados efectivos con eficaces. Lógicamente si haces X o Y campaña publicitaria ganas dinero, aplauso para la aritmética preescolar de mercado.
Si vendes X o Y imagen atraes una proyección determinada, bravo, nos vamos acercando al tope, porque, ¿Y a lo que se deja de aspirar? Y no me refiero a lo meramente económico.
Cuando una pretende insertarse, reclamarse si se prefiere, como individua e idea tácita, respetable, digna… igualitaria, no basta con sobrevivir. Tampoco ser la moda de turno de la modernilla de pueblo (que muy loable lo de posturear, ojo, dios – Alá, Buda, os quiero a todos- líbreme de coartar derechos universales). Mas, no. Hay que aspirar a algo diferente.
A un hueco singular y autosuficiente. Se trata de introducir nuevos paradigmas y de generar concepciones alternativas de enciclopedia social y consumo propias. El mercado del deporte masculino ha copado unas dinámicas hegemónicas que no va a soltar. Está más que establecido, al perro no se le quita el hueso.
De la misma manera que el emporio económico que existe, y sustenta el sistema, detrás, no concede cambios estructurales drásticos ni profundos. Como mucho un recambio de actores: el jugador viejo por el nuevo. El espectador muerto por su hijo, la dinámica de concepción antigua con colorines…
¿Qué le queda al deporte femenino? Adaptarse a las dinámicas claustrofóbicas (pre)existentes de la mujer:
– La “influencer” de artículos de moda, aka: “Descuento del 15% en camisas pijahippster PepeStore”
– La Healthy Life Happy Power Flower
– Foddie ramdon, ¿Qué criterio superlativo tendrá esta señora para recomendarme una hamburguesa de MeatMeatAndMeat Restaurant?
Y ya. Quizás un electrodoméstico de consumo de vez en cuando. Cafeterita de cápsulas por aquí, unos auriculares de aspecto mínimal por allá.
Otra opción es la de esperar y rendir pleitesía para que, con suerte, buen sino, y reuniendo los 7 cabezones del Fallout y bolas del dragón, al sistema le dé por fagocitar la diversidad desviada y la integre, mansa, en el “statu quo”. Obviamente porque la tenga lo suficientemente intoxicada y agarrada por los genitales como para evitar peligros reales de subversión, pero lo suficientemente para concederle categoría de irreverencia ciega. Algo así como que la población femenina fume como símbolo feminista, cuando lo que interesa es aumentar el consumo del tabaco.
La mera entrada de la mujer en cualquier territorio histórica y típicamente controlado y establecido hace temblar los cimientos mismos de la base social. No por el hecho de ser mujer, al sistema se la suda tu puto género, sino porque genera un tautológico cambio erosionador. Produce variaciones en el sentido común de la población que lo acoge y eso genera, de manera correlativa, modificaciones que invitan a la reflexión implícita y extrapolable a otros ámbitos. ‘Vine por el precio y me quedé por el servicio técnico’, pues eso.
‘Es que el hombre genera millones, es mejor porque patata, es que la genética, es que… A FREGAAAAR’ Plantéate por qué es, supuestamente y sin impugna, así:
Los genera porque se inculca. Es mejor porque puede entrenar todos los días y vivir de ello. ¿Genética? Falso, aun así, nada es determinante per sé. No existe una sola razón sólida real para su maltrato y minusvaloración más allá de la mediatización a la que se ve sometida. A las reglas que el sistema impone y los huecos en el tablero que le autoriza.
Por eso la inmensísima mayoría de las deportistas tienen un techo sobre el lomo sin llegar a levantar cabeza: Trabajan con profesionales de intereses sesgados. En una cubierta copada de cartas marcadas. Bajo un régimen de progresión viciado y sin semiótica fuerte.
Si a ello se le suma: La desinformación, “espectacularización” y carácter caduco de la realidad. La falta de profesionales formados en herramientas y visión de siglo XXI. O la conglomerada, y transmedia, concentración mediática, el resultado es el esperpento que muchas sufren.
Sí, está muy bien hacer entrevistas y dejarse agasajar con los bombones mediáticos de la tradición en formas, mensajes típicos y medios rimbombantes. Incluso quizás haya que tomarlo para sobrevivir, mientras. Pero seamos inteligentes, no se consiguen resultados diferentes obrando, exactamente, de la misma manera. La magia se quedó en el Teatro Rialto de la Gran Vía de miércoles a domingo.
Cocacola tiene una estrategia de líder. Si yo soy una pequeña y sabrosa empresa de refrescos no puedo copiar exactamente sus maneras de proceder, si lo que espero, algún día, es plantarle cara. De la misma manera que una deportista no puede aspirar a salir en el Marca los domingos, comentar vagamente lo bien o mal que le ha ido la jornada tras los micros y aceptar cualquier texto publicitario, aleatorio, que se le venga. Lo siento, pero la cosa no funciona así.
Porque los consumidores y los cánones de esos canales a los que se dirigen ya funcionan, y bien, en sus formas, mensajes y prototipos. No cabe la novedad más allá de generar y contentar la tendencia pasajera y minoritaria: ‘Uy, sí, somos súper modernos, sacamos en portada a la campeona de la liga Iberdrola, qué hito, qué cambio, qué revolución’. No, porque al final tan solo es una mota de color, un cambio para que nada cambie (está todo inventado). Una manera estratégica de que se hable de ellos. No dista demasiado de usar una tipografía gigante o unas declaraciones sonadas sacadas de contexto. ¿Digno, justo?, en eso no entro. Es su juego, y funciona excelentemente así. No se le reprocha al cocodrilo que te intente morder.
¿Cuál es la solución?, la que yo personalmente encuentro, simple y costosa, aunque no por ello menos potente: generar un nuevo frame, propio y singular como apuntaba al inicio del texto. Un lugar exclusivo en códigos y características donde sea proclive el crecimiento sin cortapisas. Un espacio y target de mercado no copado aún. Que existe.
Si el deporte masculino fue en su momento el sustituto de la guerra, el femenino puede abanderarse como un nuevo icono de lucha por la dignidad LGTBQ, feminista, convergente entre el deporte-conocimiento, la igualdad, filosófica, animalista, ecológica o pastafarista.
El quid de la cuestión es que, para arraigarse identitariamente, el deporte femenino ha de tomar fraternalmente las causas y valores e instrumentales de su tiempo, el siglo XXI. Parcial o totalmente, pero hacerlo de manera acérrima.
Solo queda tomar conciencia para empezar, empaparse del funcionamiento actual, generar formas y espacios singulares de producción alternativa, en parte paralela. Y espolear activamente su actividad en forma de apoyo. Esto último se convierte en la piedra angular de la coyuntura, no existe un cambio social sin la implicación activa de la sociedad. ¿Lógico no?, pues en el día a día no lo es tanto. Lo obviamos entre sobreestímulos y barraca recurrente de pastiche malintencionado.
La suerte que, en parte, vislumbra su factibilidad es que el sistema mediático de masas actual agoniza, se muere por la gangrena de injertarle decenas de miembros de RH ajeno. En el velatorio del patrón se la empresa hay dos opciones: Dejamos que el gilipollas malcriado de su hijo asuma el mando y riesgo de la empresa, o nos montamos la cooperativa mientras luchamos por seguir teniendo un plato en la mesa.
No sé dónde acabará lo último, pero yo elijo luchar. Por mi pasión más por los caminos que por los finales. Por mi amor, paradójico, por acostarme satisfecha creyendo en, y haciendo posible, un desenlace mejor que el presente.
Imagen de portada: Andrii Podilnyk